La bronca del pueblo se acumula en sus vísceras, y el olor a pólvora de los reaccionarios grita por estallar.
En abril del 2002 los rumores de posibles actos sediciosos se oían en Miraflores.
El comandante de la dignidad bolivariana, ajustó sus espuelas y desenfundó su espada de guerrero Antiimperialista.
Cuando agitó el sable y miro al cielo, sabía que no estaba solo en esa gesta heroica. Un continente entero estaba pendiente de sus movimientos, y saludaba su arrojo.
El soldado de boina en ristre que después se transformó, en el líder indiscutible de la revolución en marcha, desafío la historia de Venezuela y le entregó la espada de la libertad.
Esa misma espada fue tomada, por los mejores hombres y mujeres después de que el comandante emprendiera su viaje eterno.
La Paz y la prosperidad para el futuro recayó sobre los hombros de Nicolás Maduro.
Ahora la patria de Bolívar, es mirada con desdén por el Pentágono, también por los opositores internos que llaman a la tolerancia y la democracia, mientras violenta la tranquilidad del país.
(Benjamin Caro Morales)